sábado, 25 de agosto de 2012

Del miedo

 

Partidarios de Henrique Capriles colocan un cartel del candidato opositor venezolano y de Fabiola Colmenares, aspirante a gobernadora del estado Vargas, cerca de un cartel del presidente Hugo Chávez en Catia La Mar.
Partidarios de Henrique Capriles colocan un cartel del candidato opositor venezolano y de Fabiola Colmenares, aspirante a gobernadora del estado Vargas, cerca de un cartel del presidente Hugo Chávez en Catia La Mar.
Fernando Llano / AP
La vida es maravillosa si no se le tiene miedo.
Chaplin
Hay una relación estrecha entre las consultas de opinión y la atmósfera de miedo que en algún momento prevalezca. No había querido tocar este tema para que los lectores no me malinterpreten dado que, como suele decirse, son los que se mofan de las encuestas los peor tratados por ellas. La política electoral del gobierno se diseñó sobre la idea de la supuesta “ventaja abrumadora” del presidente Chávez sobre el candidato Capriles Radonski. Los emisarios del gobierno se desplegaron por muchos países del mundo, llevando la bolsa en mano y una batería de encuestas amigas. Se propusieron –diría con éxito– sembrar en tirios y troyanos que la reelección del presidente estaba cantada y por lo tanto la alternativa democrática perdía su tiempo si no se resignaba a aceptarlo.

Si en ese momento hubiera intentado demostrar la naturaleza de semejante argucia, los lectores, entre divertidos y preocupados, tal vez no me hubiesen tomado en serio. Pero ahora cuando la campaña ha tomado cuerpo y los sondeos independientes hablan de cruce de líneas y de victoria de Capriles, es una buena ocasión para entrarle al tema. Las propias consultoras concertadas con el gobierno han podado sustancialmente sus cifras, pese a que sigan dando vencedor al presidente.
Está a la vista el crecimiento impetuoso de Capriles y su fecundo intercambio con los sectores empobrecidos de la sociedad. Como no puede ir a su ritmo, el presidente Chávez ha volcado su cólera contra él. Hace relativamente poco tiempo los sondeos cambiaron pero no del todo. Hablaban de empate técnico o de ventaja estrecha del presidente. Pero en la primera quincena de agosto Capriles aparece en varias de las más importantes con ventaja sobre Chávez, con tendencia a aumentarla
Seguramente los voceros del gobierno saltarán a desmentirlo y aprovecharán la distancia para volver en medios internacionales a la teoría del “triunfo arrollador” del presidente. En este momento eso ya importa poco. El resultado se decide dentro de Venezuela en unos 40 días.
Haré dos preguntas: 1) ¿Por qué el número de indecisos sigue siendo elevado pese a la brutal polarización del país? 2) ¿Temen los consultados declarar su intención de voto por huirle a represalias gubernamentales?
La fiebre electoral en Venezuela no tiene precedentes y lo que se debate tampoco. Alrededor de Capriles se ha agrupado un vastísimo movimiento variopinto, cuya razón de ser no es debatir sobre ideologías sino sobre algo más primario: la sobrevivencia o no de la democracia, la posibilidad o no de que el proceso totalitario se consolide. Eso ocurrió en varios momentos históricos, el más notable de ellos, el de la lucha de todas las corrientes contra una dictadura militar que impedía cualquier juego democrático. Demás está recordar que esa dictadura, comandada por Pérez Jiménez, fue finalmente derrotada por aquella vastísima coalición, en enero de 1958.
El miedo es propio del animal humano, tanto como de los otros animales. Puede ser racional cuando hay causas suficientes para provocarlo, pero puede ser neurótico cuando el castigo es subyacente, la amenaza es oscura, al acecho. En un proceso electoral en el que pesen gravemente los factores autoritarios y el estado de derecho brille por su ausencia, es obvio que muchos ocultarán sus preferencias. En Colombia, México, Perú, Chile, Brasil. En Centroamérica y el Caribe, en EEUU y Canadá los electores pueden expresar sus preferencias sin temor al despido o a ser reducidos al nivel de segunda o tercera categoría.
Absolutamente todas las encuestas daban ganador a Daniel Ortega contra Violeta Chamorro. No obstante, Violeta le ganó por más de diez puntos. ¿Cómo entenderlo? El sandinismo dominaba todas las esferas, incluidos el ejército y la inteligencia, y aterrorizaba disidencias mediante brigadas fascistas. Había una oculta resistencia, que se manifestó en las elecciones. Algo parecido ocurrió en Chile cuando el sanguinario general Pinochet se atrevió en octubre de 1988 a poner la continuación de su régimen a la suerte de un plebiscito. Se sentía cómodo. Una respetada encuesta le daba al SI 59.77 y al NO 40.23. ¡Más de 19 puntos de ventaja! El voto escondido lo aplastó.
A ese sentimiento se refirió la revista jesuita Gumillas. En investigación realizada en barrios populares de Caracas, descubrió que más del 50% no se atrevía a descubrir su intención electoral. El miedo en Venezuela va más lejos. El presidente impulsa un plan de formación de milicias que, según él, alcanzará en 2013 el millón de combatientes, y en 2019 dos más. Con tan demenciales cifras la Fuerza Armada quedaría pulverizada, los militares profesionales desempleados o perseguidos. El país sería un inmenso cuartel. Pero las pomposas milicias territoriales y los grupos oficialistas armados pueden ser gargarismos. Humo, oquedad, vacío, nada.
El miedo se desvanece y lo interesante es que eso se refleja ya en las encuestas, incluso las afines al gobierno; pero sobre todo se aprecia en los ríos humanos que esperan y acompañan a Capriles en su admirable recorrido por el país. Los empleados públicos han recibido mensajes del candidato de la unidad. Tienen garantía de que no perderán su empleo y ganarán los derechos que protegen a cualquier ciudadano libre. La alternativa democrática se ha disparado. Venezuela puede escapar de las sórdidas profundidades en las que se halla. ¿Ha sido necesario el amargo momento que hemos vivido?
Es cosa de invocar la sabiduría de Plinio el Viejo y del bachiller Sansón Carrasco: “No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”.

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