sábado, 25 de agosto de 2012

¿Qué significa la selección de Paul Ryan?

Ramón A. Mestre

Tengo un viejo amigo que se gana la vida malamente como estratega de campañas políticas demócratas. Es uno de los pocos militantes partidistas que conozco con un verdadero sentido de humor. El día que Mitt Romney dio a conocer la selección del congresista Paul Ryan como su candidato a la vicepresidencia, mi amigo demócrata celebró la decisión republicana convencido que Romney acababa de regalarle a Barack Obama cuatro años más en la Casa Blanca.
Mi amigo me explicó que “ese Ryan es un fanático, un extremista que va a enajenar a votantes centristas e independientes. Es lo que más se parece en el Capitolio a un talibán. Pero en lugar de predicar el jihad contra Occidente, como esos locos matones en Afganistán, Ryan predica su jihad contra el gobierno federal que se ocupa de los más necesitados, los más vulnerables. Aspira a desmantelarlo. ¿Por qué tú crees que es el niño lindo del Tea Party? Su extremismo es tan torpe, su doctrinaria identificación con los ricos tan transparente, que junto con Romney nos presenta un blanco inmenso, perfecto para nuestros cañonazos propagandísticos”.

Le contesté a mi amigo que los demócratas subestimaban a Ryan, y tergiversaban sus planteamientos. Es posible que al elegirlo Romney tomó en cuenta el apoyo que Ryan disfruta entre amplios sectores de la derecha de su partido. A lo largo de las primarias partidistas esos sectores, las bases más conservadoras del republicanismo, manifestaron su rechazo de Romney. Lo veían (muchos todavía lo ven) como un conservador fraudulento, un travestí ideológico, el político cambiacasaca cuya campaña se había definido por una sarta de vaguedades, una falta de identidad.
Pero más que una concesión a esa escéptica derecha republicana o a los residentes de un estado (Wisconsin) con pocos votos electorales, para Romney la elección de Ryan es una inesperada declaración de principios. Un Romney informe le ha cedido a Ryan la tarea de definir su candidatura. Ryan aporta la sustancia, Romney la forma. Con la selección de Ryan, el primer aspirante vicepresidencial encargado de elucidar los elementos esenciales de una fórmula presidencial, la elección se ha convertido en una contienda ideológica. Nos ofrece a los votantes dos visiones irreconciliables del futuro de Estados Unidos, dos visiones que los candidatos deben justificar por medio de ideas y argumentos y no a través de una guerra de golpes bajos y consignas gastadas.
Si la campaña de Obama comete el error que ha cometido mi amigo, de subestimar a Ryan, de “leerlo” como un burdo fanático, un atorrante más del Tea Party, va a pagarlo caro. Les guste o no, Ryan es un político excepcional. En un Capitolio repleto de vivos cuyo talento principal es la capacidad para recaudar fondos y maquinar su reelección (los cuales le dejan las tareas sustanciales a sus asesores), Ryan sobresale como un apasionado hombre de ideas con don de gente. Admirador, como muchos intelectuales conservadores, de los economistas Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Milton Friedman, y de la escritora Ayn Rand, adalid del egotismo racional y de un laissez faire a ultranza. Ryan es listo y astuto, disciplinado, estudioso, un ideólogo que da la impresión de ser más flexible de lo que es. Y como descubrirá Joe Biden en su debate, Ryan es un tipo rápido, mordaz, elocuente.
Y a diferencia de Romney, cae bien. Fue elegido líder informal de los jóvenes turcos republicanos en la Cámara de Representantes, adversarios inflexibles de los demócratas y de los “sultanes” adocenados de su partido. En un primer momento estos mismos sultanes se distanciaron del detallado plan elaborado por Ryan que propone domeñar la deuda nacional. Recortaría billones (trillions en inglés) de los presupuestos federales. Es el controvertido Roadmap for America’s Future (ruta de viaje para el futuro de Estados Unidos) introducido en el 2008 y refinado entre el 2008 y el 2010. Si se aprueba, supone el fin, hacia el año 2050, del estado de bienestar estadounidense y la liquidación del papel del gobierno federal como entidad reguladora de la vida económica y financiera del país. Un papel semejante al que el gobierno jugaba a principios del siglo XIX.
Ahora el proyecto de Ryan (cuyos supuestos fundamentales no comparto) que tanto alarmaba a muchos líderes congresionales republicanos, ha sido adoptado oficialmente por Mitt Romney. De momento, define una campaña que hasta el fichaje del congresista, era un organismo invertebrado. Gracias al rol que Romney le ha asignado a Paul Ryan, los votantes tendremos la oportunidad de presenciar –y valorar– un genuino debate a fondo entre demócratas y republicanos sobre el futuro de Estados Unidos.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/08/24/1284932/ramon-a-mestre-que-significa-la.html#storylink=cpy

No hay comentarios:

Publicar un comentario